9/26/2011



A propósito del artículo El camino fácil, de Rogelio M. Díaz Moreno

Algo se percibe en el aire caldeado del trópico cubano y no hay certidumbre exacta de donde vienen los silbidos, algo se bate en la cocina política de la nación y para algunos puede ser la huevos de oro de la gallina mítica, mientras para otros no es más que la salsa de tomate que acompañará nuestro plato frugal de cada día; un fantasma recorre la Isla y no es precisamente el fantasma marxiano del comunismo. Lo noté de nuevo hace unos días, leyendo algunos artículos de la blogosfera cubana. Escribí de paso un comentario a un artículo que fue publicado en una página del Observatorio Crítico el cual terminaba con este gesto de exhortación y cierta extrañeza.
“Ahora no se sabe si estos daños son irreparables, o cuándo y cómo va la historia a asentar responsabilidades, pero lo que sí me gustaría es que todos los que se siguen desgañitando, reclamando obediencia incondicional en nombre de la unidad y el peligro de agresión, estuvieran conscientes del daño que causa seguir este camino facilista, así como los que los obedecen y creen que de verdad hacen bien. Recuerden que en los ´60, la contrarrevolución tiraba bombas cada semana, el peligro de agresión de los yanquis también estaba ahí, y demostramos que todo eso se podía vencer sin dejar de discutir y construir una sociedad mejor.”
Retomo la parte final de ese artículo con un metacomentario mucho más alargado y lo tomaré como punto de partida de algunas ideas que me parecen importantes recalcar y profundizar en el amplio debate sobre los derroteros de la nación cubana en la más difícil y crucial coyuntura que ha atravesado la sociedad cubana en los últimos cien años. Me llamó la atención cómo y hacia cual dirección establecía la relación del ahora con el pasado, la quemante  necesidad de articular el presente con algo que viene del pasado que se supone puede hacernos levantar de la monotonía y el letargo imperante de la vida politica del país. Me llamo la atención el intento de deconstruir ese mito de la unidad del pueblo cubano frente a la agresión imperialista, y la economía política de ese mito al definir la clausura ideológica explícita de la sociedad cubana bajo la ideología indiscutible y oficial del marxismo-leninismo. Me causó curiosidad sus dudas sobre la irreparabilidad de los daños que durante tantos años ha causado esa pérfida política y sobre la posibilidad de asentar responsabilidades por los daños causados. Qué podemos decir frente a esto. Quiénes podrán revocar un camino lastrado de tantas obturaciones y vilipendios que se cometieron en nombre del socialismo, en nombre de la construcción del hombre nuevo! Alguien se ha dado cuenta que el Gran Inquisidor de nuestra época es la ley del progreso histórico infinito, la cual nos dice que dentro de unos años, dentro de unos siglos habrá una sociedad perfecta y que cada hombre y mujer del presente debe contribuir con su sangre y su sudor para llevar a cabo esa misión histórica. Una escatología que ha prendido con fuerza a lo largo de casi tres siglos y que nosotros los cubanos altruistas, románticos, embelesados con las esquelas de un marxismo decimonónico, seguimos practicando como proyecto de nación.
es verdad, en los años 60´, se formó un ambiente interesante de discusión sobre economía, filosofía y cultura. Pero recordemos que también que era un ambiente franco de discusión limitada aprioristícamente. Y en cuanto al sueño de la sociedad mejor, se diluyó hace veinte años creando continuas pesadillas e imsomnios insospechados. Mi primera pregunta es la siguiente: ¿Quién es el interlocutor de este texto, quiénes son los lectores ideales de estas oraciones que quizás reclaman entre gritos de añoranza lo que una buena parte de la sociedad rechaza con gritos de esperanza? Y otra más: ¿sería justo colocar como acontecimientos co-paradigmáticos de la lucha de clases, justamente porque esta imagen marxiana o marxista implica un enfoque clasista, episodios tales como las reuniones del verano del 61 en la Biblioteca Nacional, cuyo colorario irrevocable fue el discurso llamado Palabras a los intelectuales?¿E incluso otros dos episodios, si queremos matemáticamente equilibrar la balanza, como la fundación del PCC en 1965 y la Ofensiva Revolucionaria en 1968?
Bien, el primer episodio, el del 61, significó la domesticación y la sospecha permanente frente a la clase intelectual justamente por sus ejercicio sagrado de pensar, y desde luego, su capital simbólico, con catastróficas consecuencias que tú mencionas en relación a los años 70. El segundo episodio, el del 65, significó el cierre ideológico, indiscutible e irrevocable, de la clase política bajo los principios del centralismo democrático, por lo que evidentemente los libertarios, los marxismos heterodoxos, y otras tendencias de pensamiento entraban en el ampliado espacio de la clausura -y no solo censura- ideológica explícita. El tercer episodio, el del 68, significó el cierre de miles de empresas e iniciativas privadas, y sin dudas el golpe más duro en lo que a lucha de clases concierne, con consecuencias catastróficas que se patentizaron justamente con la Zafra Millonaria y la adhesión satelital y parasitaria al CAME.
Aunque sin dudas, los episodios referidos en el texto son también ejemplo no sólo de la lucha de clases, la invasión a Girón, la Crisis de Octubre y Lucha contra Bandidos, mostraron también el difícil terreno geopolítico con estrategias de contención y adaptación en una época que muy poco tiene que ver con la actual sociedad global. Girón significó la sutura violenta de una herida interna de alto riesgo no sanada hasta nuestros días, la división de la sociedad cubana en dos grandes comunidades: la comunidad de la diáspora y la comunidad cautiva, si se acepta una lectura mesiánica sin Mesías o con Mesías. La Crisis de Octubre fue la firma cubana de un contrato geopolítico de Grandes Potencias conocido como Guerra Fría. Ratificada esta firma en la Primavera de Praga del 68 y la adhesión parasítica al CAME.
Lo que más me llamó la atención fue esta exclamación !Ah, qué tiempos aquellos! y aquí viene mi tercera pregunta ¿A qué tiempo justamente se hace referencia?
Me temo que muchos de los intentos ensayísticos e historiográficos de los últimos tiempos fracasan cuando intentan separar demasiados las décadas y generan así en las bisagras de las puertas que abren una década o cierran otra un ruido ensordecedor que no deja escuchar lo que es evidente: que el Tiempo de la Revolución se vive y se percibe como un tiempo compacto en la historia más reciente, justamente porque ella se experimenta en el inconsciente polí tico de la vida cotidiana y en la cultura como crisis. Hasta el más simple ciudadano si ya se enteró de algún que la crisis efectiva que padece en su casa tiene alguna relación con la crisis que vive el país, esta condenado a pensar al mismo tiempo que la crisis que vive el pais no es momentánea. Sí, de alguna manera lo sabe, o al menos intuye, que se trata de una crisis sistémica, modélica, que algo pasó hace mucho tiempo que nos ha llevado hasta aquí, independientemente de la lectura afectiva, ideológica que suscite la conciencia de estar viviendo esa crisis. Y es que en momentos de crisis, y ciertamente vivimos la peor de los últimos cien años, justamente porque se trata de una crisis sistémica, toda la historia se hace citable, es decir, cada acontecimiento se hace insoslayable, y deja de tener sentido la experiencia de la añoranza. La única experiencia, relativa a la propia temporalidad y a la historicidad, que se vive auténticamente en ese tiempo de crisis, mezclada quizás con el desencanto y la melancolía, es la esperanza. Y ella irremediablemente apunta hacia el futuro.

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