Migración,
diversidad cultural y globalización
Carlos Simón Forcade
Tema: Migración,
diversidad cultural y globalización.
Resumen: En esta
ponencia pretendemos hacer un “análisis mínimo” del fenómeno de la migración y
su específica relación con los procesos culturales y sociales que se articulan
en la época de la globalización. Este análisis supone como punto de partida el reconocimiento de la
relación estrecha y conflictiva entre los procesos migratorios, los fenómenos
culturales y las dinámicas propias de la globalización en el mundo actual. Los
procesos migratorios son enmarcados en un espacio cultural por definición
problemático, donde los múltiples sujetos que son afectados por tales procesos
se ven llamados a redefinir en condiciones de diversa índole sus identidades y
su relación con sus comunidades de origen y de destino. Estos procesos
migratorios y culturales se efectúan justamente en un período histórico el cual
se reconoce a sí mismo como una época donde la globalización ha generado un
proceso histórico inevitable que afecta la vida de todas las naciones, culturas
y seres humanos. Se trata de un período de gran envergadura, especialmente en
cuanto al fenómeno de la migración, hasta tal punto que para muchos teóricos de
las ciencias sociales constituye el fenómeno característico por excelencia de
nuestra época. Y, sin dudas, es un periodo marcado por la centralidad de los procesos
y fenómenos culturales a nivel global. Hoy más que nunca la cultura constituye
el lugar por excelencia en el que se discuten los espacios ideológicos,
territoriales y afectivos que constantemente generan nuestras sociedades.
En
realidad el inmigrante no es el residente que resulta ser extranjero de origen,
sino el sujeto que es considerado diferente, que se percibe a sí mismo como
diferente, y que de cualquier modo permanecerá diferente.
Apuntes sobre la “cuestión migratoria”. Guy
Debord
Quisiera comenzar diciendo que la migración no solo es un
fenómeno social de alcance global que ha marcado la historia de la humanidad
desde su origen. Es también un fenómeno crucial que moviliza la mayoría de los
procesos sociales de nuestro tiempo. En este sentido es una característica
intrínseca de las sociedades humanas, que ha precisado de consecuentes redefiniciones,
especialmente en los tiempos de la modernidad y la globalización. Al mismo
tiempo un fenómeno que es digno de ser estudiado desde las múltiples
perspectivas epistemológicas que hoy nos ofrecen las ciencias sociales. En los
últimos cuatrocientos años, la migración como fenómeno de desplazamiento
provisional o definitivo de los sujetos en y a través de los espacios nacionales,
ha adquirido una importancia relevante en los análisis de las ciencias
sociales, en los medios masivos de comunicación y en la percepción que los
seres humanos tienen de sí mismos y de sus sociedades. Es también un proceso
social cuya complejidad nos permite leer e interpretar en buena medida el vasto
tejido de las sociedades actuales.
Sería imposible hoy comprender lo
que ocurre en las fronteras de cada nación, en las grandes ciudades del
planeta, cómo los cambios demográficos afectan la relación entre zonas rurales
y urbanas en cada país, la complejidad de los conflictos que actualmente se
desatan en la comunidad europea entre las fuerzas políticas que reivindican la
ideología nacionalista y proteccionista frente a aquellas que postulan una
visión multicultural, transnacional y liberal, sin tener en cuenta la importancia central del
fenómeno de las migraciones.
Los procesos de secularización,
industrialización, modernización uy urbanización en tanto procesos
característicos y directrices de la modernidad occidental, junto a los procesos
de transnacionalización de la economía y los valores culturales que promueve la
globalización constituyen los pilares que han permitido que los procesos
migratorios alcancen una dimensión global y problemática tal como se presenta
hoy dia.
El vínculo fundamental entre los
procesos migratorios y los procesos culturales en la sociedad contemporánea
radica en que los desplazamientos migratorios de diversa índole y la forma en
que los sujetos de tales desplazamientos luchan por la reconstrucción de la
identidad y el reconocimiento de la diferencia cultural se articula básicamente
en los medios masivos electrónicos.
En este
caso, las imágenes, guiones, modelos y narraciones (tanto reales como
ficticios) que provienen de los medias masivos de comunicación son lo que
establece la diferencia entre la migración en la actualidad y en el pasado.
Aquellos que quieren irse, aquellos que ya lo han hecho, aquellos que desean
volver, así como también, por último, aquellos que escogen quedarse, rara vez
formulan sus planes fuera de la esfera de la radio o la televisión, los casetes
o los videos, la prensa escrita o el teléfono. Para los emigrantes, tanto la
política de la adaptación a sus nuevas medias sociales como el estímulo a
quedarse o volver son profundamente afectados por un imaginario sostenido por
los medias masivos de comunicación, que con frecuencia trasciende el territorio
nacional.
En este sentido, se entiende en este
marco la cultura como un espacio dinámico de producción de sentido y de valores
donde los sujetos trabajan con la fuerza de la imaginación para articular
demandas y prácticas que les permiten la supervivencia social en términos de
cómo pueden rememorar su pasado y cómo puede proyectarse hacia el futuro. La
cultura, generalmente se comprende como un patrimonio de creaciones que han
sido legitimadas por la fuerza del tiempo o como un conjunto de características
que definen a un grupo social determinado. Aquí entendemos la cultura más en
una perspectiva dialéctica donde en vez de permanecer como sustantivo se
convierte en verbo. Es decir, constituye un punto de apoyo para la acción. La
cultura no es principalmente un almacén de valores tangibles e intangibles, es
la capacidad de los sujetos de producir significaciones que doten de sentido
sus propoios mundos de vida. Como diría Merab Mamarsdhavili cuando expresaba
que la cultura es la capacidad, es el
poder de practicar la complejidad y la diversidad. El acento en el verbo
practicar, el énfasis en la praxis, es lo más importante, puesto que la cultura
no es el saber. Se es culto cuando se es capaz de practicar la complejidad y la
diversidad sin necesariamente poder aplicar una idea o un concepto abstracto a
la realidad.
La cultura también es un espacio de
lucha, es por eso que es un espacio dialéctico donde las identidades culturales
nunca son estáticas y donde la batalla por la construcción de la identidad
cultural y el reconocimiento de la diferencia pasa necesariamente por los
filtros de la ideología, la economía y la política. Como expresa Fredric
Jameson, la cultura ocupa hoy un espacio
político mucho más central que en cualquier otro momento previo del
capitalismo; por otra parte, al tiempo que sugiere una redistribución relativa
de la importancia de la ideología en el seno de otras prácticas culturales más
influyentes, confirma la idea de que la «lucha discursiva» es el modo
fundamental de legitimación y deslegitimación de las ideologías en nuestros
tiempos.
En este sentido la imaginación
creadora, el trabajo de la imaginación del ser humano, vinculada a lo que se
puede producir en el espacio de la cultura, es decir, en el espacio que permite
al sujeto conferir sentido incluso a aquello que parece no tenerlo, es lo que
quizás permita convertir los espacios migratorios en algo más que “el problema
de la nación”, en algo más que “una crisis social” en las sociedades
contemporáneas.
El trabajo de la imaginación, la
capacidad de diálogo intercultural, la capacidad de traspasar fronteras no para
construir campos de concentración de tipo económico o policial, sino para
construir redes de solidaridad y lugares antropológicos, en el sentido
que lo entiende Marc Augé continúa siendo un presupuesto para pensar la
cuestión migratoria.
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