LAS CARTAS SOBRE LA MESA.
GRECIA Y EL CAMBIO SYRIZA
10 febrero de 2015
Carlos Simón
Grecia ha tirado sobre la mesa europea sus propias cartas: un país que tiene
aproximadamente la misma cantidad de habitantes y extensión geográfica que
Cuba, pero situado geográficamente en las antípodas. El enfant terrible del Mediterráneo se ha levantado y ha agitado el
juego “canónico” de la Unión Europea y de la geopolítica mundial. Ha puesto en
cuestión el canon de la política europea, tal y cómo se estaba aplicando en la
última década. Y eso, por supuesto, no le da gracia a nadie de los que detentan
el verdadero poder en la Unión Europea. Un gobierno recién estrenado en qué
significa jugar en el juego sin misericordia de los impasibles tecnócratas
alemanes y belgas, de las sonrisas de doble perfil de la geopolítica americana
y la mirada fija caucásica del Kremlin, está intentando revertir en Grecia la
historia política de los últimos 40 años de un establishment plagado de
clientelismo, partidocracia y despilfarro. ¡Y nada menos que desde la
izquierda! Un gobierno, sí, de izquierda –con lo que pudiera significar en esta
hora ese término trotamundos-,
elegido democráticamente por el pueblo griego después de 40 años de corrompido bipartidismo,
y cinco años de catástrofe social, que ha sido capaz de levantar con tono
fuerte la voz del cambio para la nación griega, y de un cambio sustancial para una2
Europa que está al borde de su frágil unidad.
Han pasado quince días desde que Tsipras tomó el
poder y la guerra mediática dentro y fuera de Grecia ha cincelado los cañones
del terror populista, los bombarderos del antihelenismo hacen añicos las ruinas
que dejaron la Troika y los gobiernos anteriores, los fusiles de la histeria
financiera amagan con sus inteligentes ases porcentuales el destino empresarial
de un país en el que muchos quieren seguir invirtiendo, las balas de gracia apuntan
sin piedad al blanco Grexit!!! Pero no habrá pelotón de fusilamiento. En la
Europa democrática la pena de muerte está prohibida. Hay límites incluso para
una democracia regional debilitada, para una comunidad que en medio de la
desesperación y la depauperación real que ha vivido durante los últimos años,
no se permitirá que se rompan los huevos de la serpiente totalitaria.
Estamos viviendo días intensos, especialmente en el
Sur de Europa, y la intensidad de los acontecimientos por el peso especial que
portan, no puede opacar el sol de la razón lógica, de la historia de los
pueblos europeos, de la democracia como principio motriz de esa misma historia
y fin de esa misma razón que le concierne. El triunfo de Tsipras en Grecia, los
movimientos democráticos profundos que ocurren y se están articulando en España
y Portugal, la necesidad de que la Incertidumbre Europea que cunde por doquier
gire hacia soluciones democráticas, críticas y transformadoras, justamente para
una unidad más dialógica y sostenible, son los aires que soplan desde el Sur:
cálidos y vivificadores, como los que de vez en cuando espero en invierno desde
la ciudad Salónica en la cual resido.
He dicho al principio que Grecia ha tirado sus
cartas sobre la mesa europea: la carta de la soberanía nacional, la carta
anti-Troika, la carta de la responsabilidad democrática basada en el diálogo y
la negociación franca, la carta de la soberanía popular, y la carta de la
memoria histórica. Me explico: han cerrado el grifo de la mendicidad cómplice y
del olvido también cómplice, han rasgado las máscaras fariseicas de la
hipocresía y han recuperado el verdadero sentido del patriotismo en términos
ecuménicos: están dispuestos a escribir su propia historia con sus propias
manos y, en todo caso, hermanados por la voluntad de cooperación y diálogo que
realmente puede aportar el conjunto de las sociedades europeas.
Los griegos que hoy gobiernan una economía
semidestrozada e hiperendeudada, -y a una sociedad empobrecida que ha perdido
la cuarta parte de su riqueza en números absolutos- tomaron las riendas del
país con la determinación de que las promesas preelectorales se convertirían en
acciones postelectorales con solución de continuidad. Esto, de hecho, le
convierte en un gobierno de excepción en situaciones excepcionales, real e
históricamente. Esta posición política excepcional, incluso con los errores y
costes económicos que pudiera realmente implicar, supone una visión política
que prioriza devolver el sentido de la dignidad, de la sinceridad y de la
confianza a una nación de millones de personas que habían perdido toda
esperanza.
Alguien diría que la dignidad, la confianza, la
sinceridad no se comen. Y es verdad, pero los empresarios y políticos saben
perfectamente bien que esto es un pensamiento miserable. Sobre todo cuando se
trata de crear empresas duraderas y sociedades fuertes. Que no lo digan
abiertamente porque son expertos en la competencia es otra cosa. Y claramente,
dignidad, confianza, diálogo y sinceridad no son valores ni de la izquierda ni
de la derecha, son valores europeos, son valores universales y
universalizables, en la medida en que se aplican de acuerdo con el espíritu que
entrañan tales valores. Esperemos que los expertos europeos recurran al espíritu
de esos valores a la hora de negociar con Grecia y con el resto de los pueblos
europeos.
Porque hasta ahora
no lo hicieron, y al menos no lo hicieron bien. Y esta vez me explico no con
imágenes, sino con números. 225 billones de euros fueron prestados por el equipo de la Troika a la economía
griega en el período 2010-2014 para la renegociación de la deuda: el 70% fue
empleado para el servicio de pago de la deuda pública. Pero hay otros números
que se encuentran en la misma dirección, aun cuando estos tengan larga data que
anudan el sudor de un pueblo que según las estadísticas oficiales de la Unión
Europea es el segundo en laboriosidad, pero según la prensa germánica antihelénica
es el primero en pereza: Desde el año 2005 hasta el 2015, el pueblo griego pagó 563,5 billones de euros por concepto de impuestos. Desde el año
1992 hasta el 2014 ha pagado por cuestiones de pagos de deuda externa el monto
extraordinario de un 1, 027 trillón de euros.[1]
Resultado: más de cuatro millones de griegos viven en el límite de la pobreza,
han cerrado más de 200 mil empresas medianas y pequeñas, Grecia tiene una deuda
pública del 175% del PIB (320 mil millones de euros, 12/2014).[2] Es
el resultado de una economía basada en cinco columnas que nada tiene que ver
con las Cariátides: en un turismo en
plena discordancia con la riqueza cultural, ecológica y económica de la
sociedad griega, en una industria naval
¨filantrópica¨ pero en el patio de la estrategia nacional, en una agricultura basada en políticas
europeas erróneas y una inmigración no regularizada desde el punto de vista
poblacional e invisible totalmente como cuestión política; y desde luego, en el
literal parasitismo estatal y paraestatal sustentado en los fondos europeos para el “desarrollo” y el “bienestar social” y los
préstamos externos.
Estos números son
alucinantes y espeluznantes, y si te bajas de un ómnibus en el centro de
Atenas, o en sus periferias, sabrás que estos números no mienten, pero tampoco
pueden reflejar fielmente el drama social de la crisis griega.
La primera apuesta
de SYRIZA fue cambiar el tempo del drama, jugar en la arena europea tirando
cartas de diferente calibre, y apostar a un cambio político diferente en el
escenario político griego y europeo. Pero el viejo sistema político está tan
arraigado que le será difícil la apuesta. En los dos ámbitos. Ni siquiera la
carta histórica, con reivindicación patriótica de la deuda de Alemania a Grecia
que concierne a la ocupación nazi, en un escenario político donde la tercera
fuerza electoral es un partido nazi con un pie en la cárcel y el otro en los
barrios empobrecidos de Grecia, conmovió la sensibilidad política de la
oposición. Por un lado, el eje bipartidista Samarás- Benizelos dice que el
Programa de SYRIZA es socialista, izquierdista e Irreal. Por otro lado, el
Partido Comunista Griego alega que el mismo programa es capitalista, proamericano
y muy Real. Dudo que alguien encuentre
“lógica” en este juego de contraposiciones que recuerdan más los tiempos de la
Guerra Fría, que la Grecia hecha trozos en la manos de los políticos de la
“modernización” y la “pureza ideológica”.
El punto radica
aquí en que la virtual confrontación de la oposición no permita englobar a
SYRIZA en la ola de un populismo que hasta ahora ha sido sustentablemente balanceada
en la medida en que puede ser posible en esta época. En segundo lugar, que la
firmeza de las tesis directivas del gobierno no se desdoblen hasta el punto de
derrumbar todo lo que han hecho en un tiempo récord. El gobierno debe mostrar
la responsabilidad de lo que ha tomado y de sus propias palabras. El reto mayor
sigue siendo, desde luego que va a hacer con la “papa caliente”, es decir, la
cuestión central de la democracia y, por tanto, de la política: la sociedad
griega misma. Teniendo en cuenta que es un gobierno de izquierda “excepcional”
en una situación excepcional.
Hasta ahora, el
desafío lo han enfrentado con la voluntad de aplicar un programa socioeconómico
que permita la recuperación de la economía griega y la dignificación de la
sociedad. La voluntad de aplicar sin “piedad” la justicia contra el despilfarro
del dinero público y la disciplina impositiva en términos socialdemócratas, en
combatir los robos millonarios del juego bancario, las carteras ministeriales y
los carteles del petróleo. La voluntad de aplicar transparencia parlamentaria y
constitucional en las acciones gubernamentales. A mi juicio esto no basta, pero
es un buen principio en las condiciones reales de la sociedad griega.
En
quince días no puede esperar nadie que se solucione los ingentes problemas que
han germinado y sedimentado por décadas enteras en la totalidad de la economía
y la sociedad griega. No tengo idea si en cuatro años se habrá recorrido un
buen trecho. Suponiendo que la visión actual del gobierno se sostenga y madure
en el camino, podrá haber adelantado lo suficiente, como para que le permita a
los griegos cambiar hoja de ruta, tanto en el nivel de la mentalidad como en el
plano de la realidad.
Por el momento, el cambio SYRIZA ha puesto a pensar a
muchos ciudadanos en términos de cambio y apuesta, y con una disposición que no
veíamos hacía mucho tiempo. Esto se mostrará de manera continua seguramente en
las próximas manifestaciones, así como en aquellas que últimamente se han
realizado. Multifrontales y apostadoras por el cambio. Los signos de esperanza,
entrecortados de vez en cuando por la raigal incertidumbre que acompaña a los
griegos ante cualquier cosa, sigue siendo un motivo para seguir adelante.
[2] Véase Eric Toussaint, “Si Syriza siguiera al pie de la letra las
exigencias de la UE en materia de auditoría de la deuda” 14 de enero 2015, http://cadtm.org/Si-Syriza-siguiera-al-pie-de-la. Un análisis oportuno sobre
las acciones aplicadas en Grecia por la Troika:
La deuda griega, que representaba el 113 % del PIB
en 2009 antes del estallido de la crisis en el país y la intervención de la
troika, que posee 4 / 5 partes de esa deuda, pasó al 175 % del PIB en 2014. Por
tanto, a la intervención de la troika le ha seguido un aumento muy fuerte de la
deuda griega. A partir de 2010 y hasta 2012 los créditos concedidos por la
troika a Grecia sirvieron en gran parte para rembolsar a los acreedores durante
ese período, a saber, los bancos comerciales de las principales economías de la
UE, comenzando por las entidades alemanas y francesas. |3| Cerca del 80 % de la
deuda griega en 2009 estaba en manos de bancos comerciales de países de la UE.
Entre estos, solo los bancos alemanes y franceses mantenían en torno al 50 %
del total de títulos públicos griegos.
Una auditoría de la deuda griega mostrará que los
bancos comerciales europeos aumentaron con intensidad sus créditos a Grecia
entre finales de 2005 y 2009 (los créditos se incrementaron en más de 60 mil
millones de euros, pasando de 80 mil millones a 140 mil millones) sin considerar
la capacidad de Grecia para devolverlos. Los bancos actuaron de manera
temeraria, convencidos de que las autoridades europeas vendrían en su auxilio
en caso de problema.
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