La responsabilidad
europea,
Merab Mamardashvili.
Dedicado a mis estudiantes en Cuba, y a mi maestro
El amor no tiene edad, se halla siempre en un tiempo que
nace.
Pascal
La cultura como tal es el poder de practicar la complejidad
y la diversidad. Subrayo bien la palabra practicar, pues la cultura no es el
saber. Se es culto cuando se es capaz de practicar la complejidad y la
diversidad sin necesariamente poder aplicar una idea o un concepto abstracto a la realidad.
El primer elemento es el mundo grecorromano, es decir, la
idea social o civil, o si se quiere la creencia de que una forma concreta,
social, de que una comunidad concreta puede realizar en la vida sobre la tierra,
un ideal infinito. Es decir, de que una forma finita pueda ser portadora de lo
infinito.
El segundo elemento es el Evangelio. Es la idea de que hay
algo en el hombre que se llama la voz o la palabra interior, y que el hombre le
basta escuchar bien esta voz, esta palabra, y seguirla, para que Dios le ayude
en su camino. Hay que andar sin apoyo externo, siguiendo la palabra interior
sin aferrarse a garantías, y con ello aparece el elemento perturbador, el
elemento inquietante, el elemento que hace la historia. Para mí Europa es la
forma en la que se ve bien que el órgano de la vida, el órgano propio al
hombre, es la historia. Para mí el Renacimiento es la historia como órgano de
vida.
Para los europeos hay demasiadas cosas evidentes que son
casi naturales: no nos damos cuenta incluso de los fundamentos de nuestra
existencia, ni tenemos la conciencia aguda de que el hombre es un esfuerzo
suspendido en el tiempo, que devenir hombre es un esfuerzo constante. El hombre
no es un estado natural, no es un estado innato, sino que es un estado que se
crea continuamente.
Existe también la fatiga o el olvido de los orígenes
propios: podemos no sostener ese
esfuerzo, y tal es el peligro europeo: la fatiga, la labor histórica, la
incapacidad de sostener el esfuerzo que la fundamenta, de hacerlo renacer a
cada instante, de estar suspendido en el aire, sin garantía y sin jerarquía.
Cuando hablaba del elemento evangélico, quería referirme a
la distinción propia de la cultura europea, es decir, la distinción propia de
la cultura europea, es decir, la distinción pura entre el principio interior,
lo que se llama el poder del lenguaje, y la ley, la ley exterior. En este
sentido, para mí, la cultura europea es antimoralizante y antilegalista. Porque
el poder del lenguaje, que parte del principio interior, es lo más importante,
es lo que guía el esfuerzo y la lucha humana.
Para mí la cultura europea es quizás la primera y última
respuesta válida a la pregunta: ¿Es posible el cambio en el mundo? ¿Es posible
que el hombre, condicionado por cadenas de causas y efectos, por cadenas
deterministas, sea capaz de elevarse mide realizar en formas concretas un
infinito perfecto?
El hombre sigue siendo una criatura en formación, y toda la
historia puede definirse como la historia de ese esfuerzo por devenir hombre.
El hombre no existe, deviene.
Es la barbarie moderna, la barbarie contemporánea, la que
constituye un peligro. Bárbaro es un hombre
sin lengua (…) por lengua los
griegos entendían un espacio articulado de todo cuanto se siente, se quiere y
se piensa.
¿Cómo podemos tomar conciencia de que le hombre solo ante
el mundo está desnudo, de que sólo es hombre cuando existe ese espacio lleno de
articulaciones lingüísticas del ágora viviente, que mediatiza el esfuerzo casi
impotente del individuo ante la complejidad del hombre, y que le permite
formular sus propios pensamientos, es decir le permite penar lo que piensa?
La pasión fundamental del hombre es la de realizarse, la de
hacer nacer lo que está en estado naciente (…) A menudo la historia es un
cementerio de nacimientos abortados, de
veleidades de libertades, de veleidades de pensamiento, de veleidades de
pensamiento, de veleidades de honor, de veleidades de dignidad que han quedado
en el limbo de las almas que no han nacido. Esta experiencia de no- nacimiento
de algo que soy yo mismo, la he sentido profundamente y, gracias a eso, repito,
he comprendido que la pasión del hombre es realizarse. Pero sólo nos realizamos
en el espacio del lenguaje, en el espacio articulado, y esa es nuestra tarea.
La más grande parte del hombre está fuera de él mismo, en
ese espacio del lenguaje. El hombre es un esfuerzo muy largo. Hay que tener el
coraje y la paciencia de ese esfuerzo, hay que suspender las tareas europeas en
la ola y en la fuerza de ese esfuerzo y esperarnos también a nosotros en ese
mismo esfuerzo. Lo repito: el hombre es
un esfuerzo muy largo.
Fragmentos tomados de la Revista Credo # 1, Cátedra de Estudios Cubanos del ISA, Cuba, 1994.
No hay comentarios:
Publicar un comentario