12/02/2014

La responsabilidad europea,
 Merab Mamardashvili.

Dedicado a mis estudiantes en Cuba, y a mi maestro

El amor no tiene edad, se halla siempre en un tiempo que nace.
Pascal

La cultura como tal es el poder de practicar la complejidad y la diversidad. Subrayo bien la palabra practicar, pues la cultura no es el saber. Se es culto cuando se es capaz de practicar la complejidad y la diversidad sin necesariamente poder aplicar una idea o  un concepto abstracto a la realidad.

El primer elemento es el mundo grecorromano, es decir, la idea social o civil, o si se quiere la creencia de que una forma concreta, social, de que una comunidad concreta puede realizar en la vida sobre la tierra, un ideal infinito. Es decir, de que una forma finita pueda ser portadora de lo infinito.

El segundo elemento es el Evangelio. Es la idea de que hay algo en el hombre que se llama la voz o la palabra interior, y que el hombre le basta escuchar bien esta voz, esta palabra, y seguirla, para que Dios le ayude en su camino. Hay que andar sin apoyo externo, siguiendo la palabra interior sin aferrarse a garantías, y con ello aparece el elemento perturbador, el elemento inquietante, el elemento que hace la historia. Para mí Europa es la forma en la que se ve bien que el órgano de la vida, el órgano propio al hombre, es la historia. Para mí el Renacimiento es la historia como órgano de vida.

Para los europeos hay demasiadas cosas evidentes que son casi naturales: no nos damos cuenta incluso de los fundamentos de nuestra existencia, ni tenemos la conciencia aguda de que el hombre es un esfuerzo suspendido en el tiempo, que devenir hombre es un esfuerzo constante. El hombre no es un estado natural, no es un estado innato, sino que es un estado que se crea continuamente.

Existe también la fatiga o el olvido de los orígenes propios: podemos no sostener ese  esfuerzo, y tal es el peligro europeo: la fatiga, la labor histórica, la incapacidad de sostener el esfuerzo que la fundamenta, de hacerlo renacer a cada instante, de estar suspendido en el aire, sin garantía y sin jerarquía.

Cuando hablaba del elemento evangélico, quería referirme a la distinción propia de la cultura europea, es decir, la distinción propia de la cultura europea, es decir, la distinción pura entre el principio interior, lo que se llama el poder del lenguaje, y la ley, la ley exterior. En este sentido, para mí, la cultura europea es antimoralizante y antilegalista. Porque el poder del lenguaje, que parte del principio interior, es lo más importante, es lo que guía el esfuerzo y la lucha humana.

Para mí la cultura europea es quizás la primera y última respuesta válida a la pregunta: ¿Es posible el cambio en el mundo? ¿Es posible que el hombre, condicionado por cadenas de causas y efectos, por cadenas deterministas, sea capaz de elevarse mide realizar en formas concretas un infinito perfecto?

El hombre sigue siendo una criatura en formación, y toda la historia puede definirse como la historia de ese esfuerzo por devenir hombre. El hombre no existe, deviene.

Es la barbarie moderna, la barbarie contemporánea, la que constituye un peligro. Bárbaro es un hombre  sin lengua (…) por lengua los griegos entendían un espacio articulado de todo cuanto se siente, se quiere y se piensa.

¿Cómo podemos tomar conciencia de que le hombre solo ante el mundo está desnudo, de que sólo es hombre cuando existe ese espacio lleno de articulaciones lingüísticas del ágora viviente, que mediatiza el esfuerzo casi impotente del individuo ante la complejidad del hombre, y que le permite formular sus propios pensamientos, es decir le permite penar lo que piensa?

La pasión fundamental del hombre es la de realizarse, la de hacer nacer lo que está en estado naciente (…) A menudo la historia es un cementerio de  nacimientos abortados, de veleidades de libertades, de veleidades de pensamiento, de veleidades de pensamiento, de veleidades de honor, de veleidades de dignidad que han quedado en el limbo de las almas que no han nacido. Esta experiencia de no- nacimiento de algo que soy yo mismo, la he sentido profundamente y, gracias a eso, repito, he comprendido que la pasión del hombre es realizarse. Pero sólo nos realizamos en el espacio del lenguaje, en el espacio articulado, y esa es nuestra tarea.


La más grande parte del hombre está fuera de él mismo, en ese espacio del lenguaje. El hombre es un esfuerzo muy largo. Hay que tener el coraje y la paciencia de ese esfuerzo, hay que suspender las tareas europeas en la ola y en la fuerza de ese esfuerzo y esperarnos también a nosotros en ese mismo esfuerzo. Lo repito: el hombre es un esfuerzo muy largo

Fragmentos tomados de la Revista Credo # 1, Cátedra de Estudios Cubanos del ISA, Cuba, 1994.

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